lunes, 27 de noviembre de 2023

Estimado Enrique.

 Nada hay más odioso que esas partidas de ajedrez interesantes que terminan en el medio juego. Cuando aún están llenas de ideas, cuando prometen lances atrevidos o maniobras lentas que se van construyendo jugada a jugada. Quizás por eso tengo en estos momentos más enfado que otra cosa. Si bien todas las muertes son prematuras, en tu caso extrañaremos las jugadas que nos han faltado: encontrarte viejo, jugando en un café, frunciendo el seño cuando tu rival hacia una jugada mala, en fin. 

Recuerdos quedan. No se cuando te conocí. Seguramente yo estudiaba secundaria y tu la prepa. Coincidimos, tablero de por medio, en infinidad de torneos. Compartimos café y charlas (curiosamente, en la mayoría, también con colores cambiados), caminamos muchas veces juntos por xalapeños ilustres cuando nos cerraban el Terraza Jardín. Tuve suerte ver tus partidas cuando eras, como dice Horacio Quiroga, "...un potro joven de corazón ardiente", después ganaste muchas partidas, muchos trofeos, el campeonato estatal en varias ocasiones, pero quienes te conocimos en tu época juvenil recordaremos con igual nostalgia a la furia implacable de esos tiempo que al sabio de los más recientes. 

Espéranos con el tablero puesto, que ya iremos llegando, estimado Enrique.