domingo, 12 de agosto de 2007

Cuanto perdí.

Cuando solicité mi cambio de sede de residencia en Medicina Interna, de Mérida a Veracruz, muchos se mostraron sorprendidos por salir de un lugar con muy buena reputación para irme a otro que arrastraba varios problemas. A los pocos días de mi cambio, un 21 de marzo, le llamé a una amiga de Mérida para felicitarla por su cumpleaños. Ella me preguntó que como estaba el hospital y yo le conté las numerosas carencias que presentaba y el trató poco humano que tenían algunos médicos con los residentes, ella me preguntó, entonces, que si estaba contento con mi cambio y yo le respondí, sin dudarlo, que si. La explicación era sencilla: ese mismo día por la mañana había nacido mi pequeña sobrinita Paola y yo había podido conocerla y cargarla a las pocas horas de nacida. Con el tiempo mi relación con Paola ha sido muy cercana y he podido disfrutar mucho su crecimiento teniéndole cerca.
En esta semana he recibido un CD con las fotos de mi sobrinito más Joven: Alfredo Eduardo. Algunas del día en que nació, otras del 30 de abril, con sus abuelos o con sus padres. Y la verdad es que no puedo sino lamentar no haber estado en esos momentos, aperecido en alguna de esas fotos o, al menos, ser el dedo obturador de las imágenes. El doble agravente, y quizas el que más lamento, es que no he estado con mi hermana en esos momentos tan importantes. Verla en persona con esa cara que recuerdo de siempre tan hermosamente redondeada por el embarazo o tan llena de felicidad viendo a su hijo.
Pero he venido a Mallorca ha realizar estudios de subespecialidad que probablemente me permitan ayudar a más personas cuando regrese a mi estado. Y la pregunta es la misma de siempre cuando uno elige solo un camino de las infinitas bifurcaciones de la vida: ¿cuanto gané, cuanto perdí?